El manifiesto de Rita Alvarado

El manifiesto de Rita Alvarado




Rita participó del taller de Frasco de Paisaje, impartido por Claudio Troisemme de la plataforma cultural Moñohecho. Aquí compartimos algunos poemas suyos producidos durante la versión del taller de enero-febrero del 2021 dentro de los cuales, compartimos su “Manifiesto”.

Para conocer más detalles sobre nuestros talleres, entra en este enlace.

Manifiesto

Acento. Carreola. Un diente de ajo. Leche. 554038. Aguacate. Direcciones. 375 mg de pregabalina. Tacos 2x1. Pensar palabras. ¿Aún sigues leyendo con la intención de comprender esto? Tal vez, hasta ahora, sólo leas desorden; ningún objetivo, pero ya me encuentro escribiendo. Mientras pensaba hacia dónde dirigir este manifiesto, no dejaban de revolotearme ciertos parámetros que me llevaban a que esto tuviera sentido: buena argumentación, estructura, los signos bien acomodados y me atosigué al reafirmar cómo desde el momento en que decides empezar a escribir, sólo masticas maneras académicas, las cuales, no logran zafarse de ti (aspecto peligroso porque: dónde quedan los que escriben con las letras alborotadas, los que no conocen el alfabeto…) Es necesario en ocasiones vivir en una asociación libre -entre comillado- de ideas, donde no nos preocupemos por las miradas de los otros (vaya imposibilidad, ¿no?, pero eso también es escribir: jugar con las imposibilidades). Así que, en este sentido, vámonos de a poco hacia una reflexión a través de un saboteo agrio y propio.

Muchas veces, no nos atrevemos por tener en un pedestal a la escritura (¿o al escritor?). Le depositamos un saber incierto. La escritura no siempre está en un librero; en la colección de libros empolvados; en cuentos, novelas, ensayos; en ese reconocimiento que te diferencia como escritor o escritora. Por intentar buscar lo anterior, sólo ese lado del charco, provocamos que las manifestaciones escritas se encuentren en caminos rígidos. ¿Cómo le explico a mamá que ella escribe cada vez que la miro? Yo no escribí ese poema sola, sino con su movimiento, con el simple hecho de hacer consciente su existencia.

Por consiguiente, escribir es cosa de todos los días. Con esto me refiero a la actividad previa de observación, escucha, gusto, olfato, porque ahí es donde empieza la escritura. Las ideas se van construyendo, reorganizando, así que no limitemos al ejercicio de escribir. También, tratemos de no olvidar que escribir no sólo se logra viendo; no sólo es cuando ves palabras en tinta. Involucremos el tacto, la gestualidad y los silencios; no intentemos incluir, sino comprender y aprender.

Crear registros. No subestimemos ideas, hay que cacharlas en el instante: dos palabras que se consideran simples, terminan reestructurando el lenguaje.

O B S E R V A , O B S E R V A, E N T O D O H A Y L E T R A S.
O B S E R V A, O B S E R V A, H A Y U N P E R S O N A J E.

Ahora, creo que esto es importante. De repente -muchas veces, mas bien- te sentirás una mierda. No habrá un motivo suficiente (y dudo que lo haya). Todo te intimidará y/o te hará sentir incómoda o incómodo pero, ¿acaso a ti te gusta todo lo que lees?

Sin perder lo anterior, sé que el compartir es arriesgado y más al estar estructurados desde la competitividad, pero el acompañamiento es importante. Olvidemos un rato esta condición sine qua non de la figura solitaria de quien escribe. Aferrémonos a todas las emociones que conocemos; conozcamos más, nunca terminan. Es lo primero que deberíamos imitar: encontrar formas de acaparar lo que percibimos, lo que intuimos y aquello que desearíamos que se atienda más. No hablaré sobre cómo huir de lo abrumante que es escribir porque es imposible esfumarlo. Demasiadas reflexiones al respecto: siempre buscaremos que lo que hacemos esté cargado de significado, pero quién es el encargado/a de “calificarlo” así. No sabemos.

Nota del párrafo anterior: creo que es lo más traumático, catastrófico y deprimente que agregué, pero no quería dejarlo sólo para mí. Es un proceso difícil, lo que pasa es que siempre enseñamos y nos muestran el resultado. En cuanto a nuestra intención de visibilizar, es muy importante hacerlo y a la par, consideremos que sólo dejarlo en este plano nos deja varados en nuestros textos y entre líneas, les dejamos sólo la reflexión a quienes nos leen. Por lo tanto, no olvidemos, no olvidar. Escribir es un acto, hechos, mapeos, memorias conjuntas.

Si llegas a repetir ideas -que pasará- no es tan grave. En la repetición se evita olvidar. Esto, ahora mismo, está hecho de regiones exploradas y que se necesitan escarbar para agregarles otro sentido.

Conviene subrayar que descartar temas limita nuestro proceso para escribir. Por más que haya posturas que consideremos absurdas, violentas, enfermizas; que reproducen imaginarios que nos joden la vida, tenemos que agarrarlas para poder acomodarlas en otro lugar, donde queden en la orilla, arrinconadas, sin posibilidades de salida: a la chingada lo que nos paliza.

Por otra parte, escribamos desde las entrañas, lo que te carcome; lo que te hace feliz, hay que evidenciar hasta hidratarnos. Escribe, escribe, escribe, escribe. El intentar gustar, te hará pretencioso y perderás tiempo e inspiración. Las palabras más mamonas no te hacen escritor. Así, como aferrarnos a ideas sin intenciones de dialogar porque esto sólo nos mueve por aspectos meramente divinos y dicotómicos. Y acostúmbrate a leerte y notar que te arrepientes de ciertas cosas que escribiste, que te dé gusto que tu conocimiento y opiniones estén en movimiento. Ojalá pudiéramos nacer conscientes de lo que implica vivir en sociedad, estar sujetos a ella, pero no es así, por eso el significado de compartir y no brincarnos entre nosotros.

Por último (aunque siempre quede mucho más por decir) te aconsejo, seguir tus consejos más convenientes. Aquí se desparramó lo que hasta ahora he aprendido. Escribir ha sido lo más lindo que me ha pasado, me gusta el eco que provoca, las preguntas que se adjuntan cada vez. Cómo me doy cuenta de lo diminuta que soy y que al caminar con otros y otras nos convertimos en un puente de palabras y versos.

Nota final: las palabras salvan vidas.



OTROS POEMAS

Nuestra casa

La casa como una boca sin dientes;
veneno en los conductos del agua,
la lengua cocida en medio de la mesa,
las entrañas de los habitantes
adornando las paredes.
Deja las puertas sin cerrojos,
que sepan tu historia:
eriza unas cuantas pieles.

Hojas vellas

Mis yemas deletrean
las olas de tu cuerpo;
me deshago, somos fuente
recoges cada trozo de cabello
y los conservas en tinta;
no olvides cerrar la libreta.

Colmillos sin filo

Provoca lágrimas de humo,
engulle con abrazos,
con reclamos;
una calle
que se nutre de púas oxidadas,
y que jamás veré morir.
Darle paso a una herencia
y dejar caminos falsos;
no poder andar sin un bolsillo.
Cómo asimilar
la incapacidad de zafarse
de las fauces del depredador.

Salir a tomar aire

Ya no entro en el columpio:
cuando era niña
mecía mi energía,
le permanecía al tiempo
sin apuros;
mis textos eran otros,
escribía entre insectos,
entre juguetes del mercado
que ahora,
son arropados con años.
Remembranzas
entre el acero justo,
el afán ya no es divertirse:
lloro, lloro desesperadamente
por medio de las asaduras
porque las lágrimas se quedaron
esperando por el alcantarillado.
Vuelvo por un portazo
hecho poema.

El camión va lleno

Subes al transporte y miras a la gente,
te preguntas si la vida
se tratará siempre de esto:
ojos bien abiertos para no olvidar los sueños,
baches en los labios,
lluvia ácida en la boca,
huesos rallados por tanto ajetreo,
angustias estratégicas:
¿cómo es vivir en la ciudad?

Reinterpretar lo visual

La quietud zumba en su oído,
desea evitar su frialdad
permaneciendo impasible,
formando carámbanos necios
que se derriten por encorvarse.
Muda el recubrimiento de su cuerpo
y lo cuelga con aquello que lo abruma.
Segundos disfrutando
en lo convencional de estar sentado;
años flotando
en la reflexión que se hace
desde un medio que soporta su peso.
Distribuye intenciones y miradas,
piensa: “ojalá pudiera recordar todo movimiento”,
mientras vive la ilusión del acompañante.

Encendedor

No intenta vivir tranquila
se conserva alerta, no confía.
Se quita los pellejos de sus labios
intentando detectar certezas.
¡Shhhhhh!
escucha ruidos,
hojas trituradas por el pie
de cierto intruso.
Hay algo que vigila:
pasa sus palmas por cada grieta
las estudia, supervisa.
Para el resto,
hay una vista invisible;
para ella,
hay once cicatrices
en el muslo izquierdo
por intentar encontrar
aquello que le quema.
Se mete debajo de la cama
y prende un cigarro,
trae todo un kit preparado.
Su encendedor,
el número quién sabe cuántos,
lo cuida como el anillo
que te pinta el dedo de azul,
como al objeto
heredado de alguien
que no regresó.
Prender el último cigarro,
dejarlo avanzar
hasta convertir en cenizas la ciudad.

Ojalá no fuéramos manecillas

Es nuestra red de ausencias anuladas
¿recuerdas?
mi nariz pegada en el vidrio
y tú,
distorsionado
por la rapidez del tren,
por la vida que nunca me cuentas.
Te anticipabas a mi enojo,
a mi tristeza,
me quitabas el hilo
que manipulaba mis hombros;
sabías que en las mañanas
tomaba sorbos grandes de respiración
que no hidrataban.
Caminabas hacia mí,
la alegría de los primeros pasos;
me abrazabas
y mi espalda estremecida
por tus manos frías sin rastro.
El día cambiaba de color,
mientras nuestros brazos se acalambraban
por quererse encadenados;
olfateábamos puertas sin perillas,
juntos, las pestañas
tenían nombres de calles
y sentados en banquetas
pensábamos en incendiar las manecillas.
Sin saber nada de ti
circulabas en mi sangre.
Volvíamos al metro:
¿Con quién vives?
¿Quién te cuida?
¿Tienes quién te ofrezca agua?
Un día dejaré de acunar
tus miradas en cada estación,
pero descuida,
que todo nos lleva hacia el sur.

Rita Alvarado (Ciudad de México, 1994). ¡Hola! mi nombre es Rita. Soy del 94. Estudié Psicología. Transcribo poemas a Braille. Publicaciones:
“A quien escuche” (Fanzine colectivo) (Pies que arden, 2020).

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