Seis poemas de Neo Carmona

Seis poemas de Neo Carmona

Neo Carmona escribe poesía con el corazón en la mano. Sé que esto podría parecer una exageración de mi parte o quizás un abuso de una expresión tan manida, pero es lo que siento desde la primera vez que leí un poema suyo: que recoge los pedazos que de él han quedado, quebrado por el amor o por lo vida, y los coloca sobre un papel para escocer heridas. Escribe desde el testimonio de lo vivido, de lo sufrido, construyendo hondísimas metáforas que funcionan como un espejo en el que nos reflejamos. Al final, eso hace la poesía, la buena poesía, construida desde los escombros de nuestras derrotas. Y así, uno es también ese hombre que transita por la ciudad observando como si todo fuera ajeno a sí mismo, que escribe en la oscuridad «ya más solo, / ya más triste».—Luis Reynaldo Pérez.

Neo es un hacedor de palabras fugaces que asimila el devenir para cristalizar el segundo, ya perdido para siempre: juega a fotografiar la cotidianidad como pequeños retratos de la barriada, del aislamiento, de estar frente a una pantalla de voces en blanco que esperan ser llenadas por la mano creadora danzando en el teclado. —Claudio Troisemme.

Aquí compartimos una selección de seis poemas inéditos que Neo amablemente nos compartió.


El muro de las lamentaciones está en Palestina

“Adona-i te bendiga y te guarde,
Adona-i haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia;
Adona-i alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz”.


Un hilo de agua
casi mudo como un abismo
y la noche cae apenas rozando
las rendijas grises 
de un árbol que todo calla.
Esa pregunta a lo lejos 
y un grito que le sirve de respuesta.
Ninguno ha entendido 
la razón de tanta espera 
y de tanto el silencio 
que vibra a través de la pantalla.
Es lo mejor –dices-,
incluso
para una desesperación tan miserable.
Y, con la inocencia de un niño
que bordea la orilla de un precipicio
pero con el llanto negro 
de quién apostó todo a la peor jugada,
¡no me detengo!
Mi última carta:
este poema
qué tal vez nunca vea la revancha 
porque para que la casa siempre gane 
debe haber una casa que no se pierda 
y no sabemos donde cayó la última noche
o si es muy tarde.

[¡… y tanto el silencio que vibra
a través de la pantalla!
¡Es lo mejor! –repites-. ¡Es lo mejor!]



¡No pasó nada anoche!

Es la primera mañana
y el invierno empieza
a resecarse en los labios.
Está frío el piso como
el silencio en las ventanas,
congelado.

¡No pasó nada anoche!

Sólo un sueño con
dos números pares
sucesivos y
naturalmente,
el viento frío que
tostaba las hojas
y la madrugada.

Un escándalo de voces
alborotó los aullidos
en los techos húmedos
y marginados.

¡No pasó nada anoche!

Mis pasos en la oscuridad,
la ventana amarilla,
los hombres ebrios discutiendo,
el humo en el balcón añejo,
el gato con grandes
ojos en llamas.

¡No pasó nada anoche!

Ahora es la prisa la que reina
y todas las espaldas
saben de la muerte
empaquetada
en un vagón sin dueño.



Tránsito

El tránsito está
congelado
y la música
que revienta
mis sienes
es insoportable.
Esta no parece ser
la mejor hora
para morir
pero tal vez
sea la última
oportunidad
y la aprovecho,
después de todo
los muros
que un día
protegieron
la ciudad
visten de gris perfecto
frente al muelle
donde desfilan
los furgones
llenos de basura
y las piedras
más antiguas
observan
agitarse
presurosas
las banderas.
De este lado
del río
que divide
la ciudad
solo se ven
casas tristes.
Y el barco que,
indudablemente,
extraña al mar
que seduce sus velas
observa el
siguiente verso
que llega y cae
a pesar del sueño
en las palomas
que sobrevuelan
las cúpulas oxidadas
en busca de guarida.
Se acerca la noche:
las luces,
las miradas
detenidas,
la chica que
se arregla el pelo
y otra muerte
que se adelanta
en el pavimento.



Ahora nuestras palabras

Ahora nuestras palabras
son chiquillas asustadas.
Sólo dicen lo preciso:
(¡hola!
¡está bien!
¡gracias!
¡ok!)

Todo cuanto callan:

(¡te amo!
¡te extraño!
¡regresa!
¡he muerto y tú lejos!)

Sale corriendo
por la bruma
que cubre esta tinta fría,
sin ningún abrigo,
sin ningún destino;
sin ningún regreso.



Al yo poético

¿Qué es el poema?
¿Qué es esto que escribo?
¿Qué es esto que busca,
acaso algo que ninguno sabe,
que ninguno sabrá,
que ninguno entenderá?
¿Qué es un poema?
¿Cuántas palabras necesita?
¿Cuánto dolor,
soledad,
olvido
sobre los tejados?
¿Cuántos son los cadáveres
mínimos que requiere?
¿Si no es solo el mío, cuántos más
necesita en mí, conmigo, por mí?
¿Cuántas olas debe tener el mar
que se ahoga en un poema?
¿Cuántas veces debe ser el adiós
para que el poema acepte
que nos fuimos sin regreso
y no sea más
el filo que me hiere?



First 39 minutes

11 y 58

Ofrezco mis manos
arrugadas
y carcomidas
por las dudas
de los dientes;
ya sin otra soledad
a la cual escribir;
¡qué sentir!

12 y 05

Me demoro
en la prisa
de encontrar las
mejores palabras
que no se presten
a la mentira
del poema:
ya no podremos
construir
otro puente
que nos acerque.
¿Acaso será
otro vientre,
otra mentira?

12 y 12

¡Qué decir ahora
que el labio desea
pronunciarse
en la oscuridad
que escribo,
ya más solo,
ya más triste;
más oscuro!

12 y 17

Nace
como si fuera
la noche
huyendo en silencio
a otra noche,
a otro silencio.

  12 y 20

El reloj en mi frente
ya no marca el tiempo
que se agota
en el transcurso
de estas palabras.
Le da lo mismo
que sean
las 12 y 20,
las 12 y 22
o las 12 y 23.

12 y 24

Esta es
la misma
habitación
donde murió
la tregua
y nosotros.

12 y 30

Debo escribir
otro nombre,
¡escapar!
de este insomnio
y reclamo.

  12 y 32

Tal vez no duerma
pero será
la palabra
con suerte
mejor poema
que la tristeza
de esta noche.



Neo Carmona (Santo Domingo, 1986). Poeta, escritor y periodista. Estudiante de Comunicación Social Mención Periodismo en Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde también labora desde el año 2008. Publica artículos de opinión sobre temas políticos y sociales tanto en su blog personal Algo para contar www.neocarmona.blogspot.com, como en periódicos de circulación nacional e internacional. Libros publicados:
“Título del libro” (Editorial, 2021).

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