César J. Peralta S.

César J. Peralta S.

César J. Peralta S. (Santo Domingo, 1994). “César Peralta es una flor carmesí que nace en el paradigmático desierto de prejuicios de Villa Duarte, Santo Domingo, pero solo florece entre las artes y la escritura. Se sumerge entre los mares de las palabras para no ser asfixiadx por la dislexia que desde el umbral de la puerta le asecha, le susurra. Docente, performer, escritor y artista cuir en construcción; pero parte del tiempo, solo pienso en mi devenir como una bruja en la postmodernidad, un negro afrocaribeño que, desde su frontera, articula un espacio de construcción sociopolítico que le permita contemplar los caminos de su negro andar”. Libros publicados:
“Entre pieles de negro, un amanecer” (Catinga Ediciones, 2020).

César participó de la convocatoria abierta al público del Reto Poético de Frasco de Paisaje, de la plataforma cultural Moñohecho. Aquí compartimos los poemas suyos correspondientes a la versión del reto celebrada en el 2020.

Para conocer más detalles sobre qué es el Reto Poético, entra en este enlace.


RETO POÉTICO

01

Decidí ser dos mares que se unieron en el mismo pedacito de suelo,
y entre besos de espuma mojaron el cielo sin noción alguna del tiempo;
como versos que concatenan en una figura literaria
fuera de los bordes de métrica que limitan,
adornados con dos pedacitos de piel sexualizada que guían a tierra.

Me hundí dormido,
me fui a pique entre las olas del malecón,
me topé con todos los peces muertos que no pudiendo evolucionar
y respirar también el plástico, murieron sentenciados.

Surgí del fondo,
toqué costa,
llegué a la orilla.

Respira profundo, llegaste a tu tierra.

02

La luz también llegó más cara este mes y siento miedo en las noches, por eso, ya me quiero mudar de San Carlos; dejar con este barrio otra parte de mí, otras plumas que me pesan, me delatan; quizás, las mismas plumas por las que me botaron ayer del trabajo.
No hay para pagar la luz de San Carlos y lo que más duele es que casi siempre está jodida.
Por lo menos ahora que paso tiempo en casa.

No importa
me voy.
Total,
ya entendí que a donde vaya,
los aromas de mis viejos amores siempre me acompañan.

03

Anoche volvió a llover en San Carlo'.
Llovió a cantaros y tuve frío.
Llovía también por dentro,
nos mojamos a solas.

¿Cómo podría gustarme la lluvia si cuando llueve en Santo Domingo, aún se llenan de basura las aceras y los corazones de pena? La pobreza te moja, te salpica, te impregnas del olor a desigualdad.
Anoche volvió a llover: el agua entró por la puerta, la misma puerta por donde entran amores que llenan el alma a traguitos pequeños, de conversaciones profundas y de bocanadas de humo.
Anoche llovió; me mojé en el aguacero de mis emociones.

04

En Santo Domingo hubo otro apagón:
una supuesta avería eléctrica,
una interrupción constante de desigualdad.

En Santo Domingo se volvió a ir la luz
y no puedes salir a la calle.
María, mi vecina, tuvo que dejar de trabajar;
sus hijas perdieron tres de sus clases virtuales.

En Santo Domingo se calló el tendido eléctrico,
pero no el entramado patriarcal.
Se fue la luz.
No volvió:
lo sé por qué ya no me escribes,
no me buscas,
no nos hablamos.

Qué triste que en Santo Domingo aún se vaya la luz
y se apaguen los corazones.

05

Ya es de día y no llueve.
No llueve, pero a veces duele.
Escucho abajo al parqueador cantando unas liricas de reguetón improvisa'o.
Me asomo y lo veo en la esquina:
él también quiso ser artista y la vida sutilmente le dio una lección.

Un coño al aire y a la realidad que hábito.
Me fui, no aguanté.
Fue tan bonito verte,
el tapón poco importunó.

Hubo postres y todo fue mejor que antes.
Recogimos pinos sin pena, por gloria.
También eres como un pequeño pino
entre sutil y tosco, como cuarzo rosa.

¿Pensarás en mí cuando no esté?

06

¿Y qué si nos marchamos al océano?
Por ahí, en el mar de Juan Dolió.
¿Y si nos convertimos en tritones sin vergüenza
y nos amamos entre las espumas de gloria?

Qué mal que en ese mar Caribe también sufriremos las consecuencias,
las de nuestro propio consumo.
Porque también el mar sufrió de amor cuando el hombre le jugó a ser el más sucio.
Así se volvió nuestro tiradero, donde adornamos con plástico los sueños y anhelos
de quienes en busca de un lugar seguro se fueron.

¿Y si me dejas inundarte con todo el amor que nos niegan?

07

Ven
y seamos un otoño eterno,
seamos también la lluvia y el viento,
bañemos Santo Domingo de tiempo en tiempo,
cantemos de noche mis más encarnados secretos.

Ven,
hagamos otro Santo Domingo,
comienza con este conuco pequeño,
pequeñito,
donde sembremos risas y cuentos.

Ahora que vienes
di mi nombre,
déjame sentir cómo me llamas con la mente
desde el subconsciente.

08

Santo Domingo es un ciclón tropical,
uno que se acerca a 62 km/h llevando consigo
precipitaciones dispersas de reguetón, merengue,
un chin de trap y salsa; experiencias de colonización
cargada de tormentas eléctricas de resistencias
y algunas ráfagas de viento alentadoras.

En Quisqueya
la bella,
todxs somos una depresión tropical
con un aguacero de sentimientos encontrados
que se desbordan.

Yo
también soy un pronóstico del clima con nubes negras
que se agrupan vislumbrando este rostro.

09

Mis viejos amores me hieren tanto en tu ausencia.
Churchill o Gómez Bajando
les pienso donde quiera que ande.

Y es que en Santo Domingo no se olvida.
Todo es un recuerdo constante,
una alegoría palpable y resonante.

Cada calle del barrio te envuelve, te estruja,
te empuja,
te quiebra,
te rompe.

Eso que escuchas,
es el eco del corazón roto de algo a lo que han decidido
nombrar patria.

10

En el monte la vida es más sabrosa,
el calor se vuelve poca cosa.
Así comenzaron las líneas que quise dedicar a la loma por chepa.
Luego fui al hospital y recordé que ahí
sí que hay monte y culebra.

Lo cierto es que en poética o en prosa,
fuera de SD la salud es más cheposa,
pica y apena,
pero la verdad es dolorosa.

Lo poco que realmente se ha invertido en el sector salud
ha sido para mucho aparataje y poca cosa.

¿A dónde vamos a parar si seguimos poniéndole parches también al corazón?

11

¿Qué es eso de amor incondicional?
¿Qué has hecho por mí Santo Domingo pa’ yo amarte?
¿Qué hiciste para qué en el barrio las negras te amen?

¿Qué haces para sustentar tus millones de vástagos sin fortuna ni gloria?
Santo Domingo, también es ese amante tóxico del que no se puede huír;
uno que te acosa con la mirada en el Metro y el trabajo,
te persigue y te grita groserías en la calle.

Santo Domingo es ese macho frágil que te llenó de rosas un día
y hoy te ve morir asfixiada entre sus políticas públicas de muerte.

12

La luz del día viene e invade sutilmente mi casa,
llega hasta mi cama, me toca,
me frota,
me despierta.

La necesidad que trae la luz del día tambien despierta al parqueador
pero con él, los rayos del sol no son tan sutiles ni suaves.

–Mi feje, aquí ta´ su parqueador–.
Él se jondea, se la busca como pueda.
Es parte del jolgorio atosigante de quienes buscan su pan.

¿Y klk con el hambre?
¿Y “los sin papeles” cómo se quedan en casa?

Para ellxs no hay políticas
la casa es hambre
la casa es muerte.

13

Yo también quiero sentirme como "en casa"
¿Debo tomar el Metro o una OMSA?
Quiero estar en el domicilio que el motoconcho identifica como “punto de llegada”.

Fuera de mis confortables muros, las miradas persiguen,
las palabras laceran,
las políticas públicas discriminan.

¿Por dónde nos vamos?

¿Por qué en las calles siento que Santo Domingo
no es un hogar para mí,
para nosotras,
para nosotrxs?

¿Por qué no queremos que nuestras hijas crezcan en Quisqueya?
La Bella. Me desdobló y me convierto en habitación:
te acojo,
te recibo,
te muestro las galaxias de mi rostro.

14

Hoy te besé tantas veces sin que te dieras cuenta,
en dos horas de carretera te di besos por pila
sin una pizca de rima.

¡Dame un besito tuyo!
No sé si fue un sueño o solo sea el verso,
pero en ese tramo desde Juan Dolió,
y con las ventanas abajo,
sentí magia en tus manos.

¡Dame otro besito tuyo!
dame,
dame uno,
dame otro,
vuelve y dame otro beso tuyo.

15

Si fueran ocho caracoles, ¿cómo sube Eleguá?
Omi tuto, ona tuto, tuto laroye, tuto Ilé.

No son siete,
te equivocas,
muchas son las intensiones
que atraviesan estos corazones.

Seis fueron
los besos que en esa noche
frente al Malecón
se prometieron.

Cinco dedos
forman la palma
con la que me tocas
me sacias.

Cuatro esquinas que se abren
los caminos que se ven.

Hasta tres
cuadras camino
solo por estar contigo.

Dos velas blancas
por cada lagrima salá
al ver ese mensaje de Wasá.

y con una macana en mano
olvida caprichos,
abre senderos.

kuikuo oducue, baba mi Eleguá.

16

La señora que vende verduras en el ventorrillo de la esquina se enfermó:
su esposo el carnicero me lo dijo.
Me lo gritó entre el jolgorio del regateo,
mientras entretejía los manojos de cebollines
que luego colgaría en una esquina de la ventana
y haciendo una pausa, me aseguró:

“Con rábano y berro para el pecho apretao”
que no lo sofría mucho,
que si se quema se daña,
que si pa´ un revoltillo de huevos,
“lo mejor en vitamina C”,
que lo cuelgue en la cocina.

¡Qué lio!
¿Qué tanto cebollín hay que vender para pagar una hospitalización?

17

Hoy no fueron más que anotaciones al aire,
a la red,
a lo digital,
nunca al olvido.

No fue más que una guagüita anunciando chinolas por docena,
cerezas en latas de salsa de tomate
y unos zapotes verdes, duros.

Yo solo quise mis azucenas negras,
las violetas verdes que me prometiste,
las lilas amarillas que nunca me diste.

¡Nunca rosas!
Esas hieren.

Qué sean flores grandes,
chiquitas,
chiquititas,
diminutas,
microscópicas,
y que nos florezcan desde los pies.

¡De distintos olores y sabores!
Flores para plantarnos en la piel cuando ya no tengamos espacios
para habitar en este Santo Domingo.

18

Antier pudo haber sido viernes y nos fuimos un lunes;
me escribo otra nota para no dejar cosas en el olvido
y les recuerdo.

Un recuerdo que brota de una mente en blanco,
emblanquecida, cristianizada, atravesada
por los imaginarios coloniales que te persiguen en motoconcho,
los que aún no se han ido, los que nos persiguen en las redes
y nos gritan en la playa.
En blanco, vacía.

Pero luego pienso las resistencias y busco sus retratos,
recuerdo sus sonrisas grandes, grandototas
como montañas rusas; sus pieles radiantes,
bañadas por los aceites de las ancestras que siempre nos acompañan.

19

¿Por qué no me amas Santo Domingo?
¡Dime!
¿Por qué no me amas tanto como me has exigido amarte
y venerarte?

¿Qué te hicieron Santo Domingo que tanto sangras contra mí,
contra nosotres?

¿Por qué no escuchas cómo te suplico afecto entre mis gritos de rabia?
¿Quiénes te enseñaron a repudiarme tanto?

Yo
soy la tierra fértil
que se cansa de esperarte
y en tu ausencia
también florece.

¿Y si no podemos habitar en Santo Domingo, donde pueden ser los cuerpos como este?

20

Santo Domingo huele al color violeta,
un olor que con el tiempo se acumula en los pulmones
brota por las grietas secas de la piel.

Te traje flores en son de paz,
las tuyas me raspan,
nos gritan en las calles.

No me mires de frente,
no respondas si no quieres,
sólo no voy a darte lo que pides.

No importa,
llámame exagerado.
Santo Domingo también es un filtro de Instagram
que matiza las imperfecciones que te dejó el tiempo en la cara
y satura los colores para alterar la realidad
pero no es su culpa ser así.

21

Si es que mañana muero
no me velen,
no me velen fuera de Santo Domingo.

Porque aún desde mis cenizas
con el polvo ancestral que nos precede,
seguiremos invocando otro Santo Domingo,
uno eternamente agradecido con nuestras mujeres,
sus guerreras inquebrantables.

Luego dejamos de llorar y buscamos en internet.
¿Cómo crear una cuenta de OnlyFans?
Después levantamos otro altar a nuestras muertas,
esperando que ellas desde sus nichos de tierra
se levanten en contra de nuestros verdugos.

22

La vi en la Duarte con París;
era Juanita quien volvía
sin pámpara ni alegría.

La vi venir en una vorágine que se arrastraba
por el piso como otra tendencia
capitalista.
Su cuerpo no era de palmera,
tenía deformes las caderas.
De su cuello colgaban unas lucecitas navideñas
con unos cuantos bombillitos
incinerados.

Del agua ardiente solo quedaba tufo.
Venía envuelta en melancolías,
sin sandalias,
sin carteras,
con la chemba triste,
revejía.

Mudando los sentidos,
anhelando ser recibida.

Pensamos en comprar,
gastar,
en tener para gastar.

Luego bailamos juntes en el Duarte,
el jolgorio
y el bullicio
guiaron nuestros pies.

23

En Santo Domingo todo está de cabeza.
Hoy fueron nubes, todas deformes y sin sentido
con dirección al sur, pero pensándose en el norte.

Fueron nubarrones con formas de elefantes
en manada.
Fueron triángulos que caían en picada,
rombos y hexágonos superpuestos en acolchadas capas.

Otras pretendían ser redondas,
borrosas,
amarillentas, blancas y anaranjadas.

Tenían forma de una app en el celular,
una con un antifaz por discreción,
como una foto de perfil borrosa con 9 pulgadas de piel flácida.
Fueron después las notificaciones de esos mensajes, trinando y silbando
como pericos urbanos buscando donde apagar su ferocidad.

24

No te sorprendas,
aquí pasa de todo.

Anoche fueron dos duendes viciosos que salían de las alcantarillas abiertas y retozaban persiguiendo sus presas antes de devorarlas con devoción, como en un ritual de amor. Luego fueron voces que te susurran desde el interior de una cueva que, simulando ser un colmadón, te ofrecen una fría para embullarte; enseguida –y de la nada–, eran dos montañas que se unían en frenesí, dejando correr chorros de vida por las faldas de esa cordillera.

Si te distraes pierdes.
si cierras los ojos te duermes.

25

En algún lugar de Santo Domingo
yo también soy tres días soleados que nacieron de la tierra,
recorren y surcan los cielos cada mañana como siluetas aladas,
te bañan la piel,
te pigmentan los cueros,
te destiñen la ropa.

Incluso soy una ilusión envuelta con alfileres en un telón esperando su próxima puesta en escena. Un teriquito que va invadiéndote por los pies descalzos hasta recorrer todo tu cuerpo o quizás, solo la borra del café que usas para exfoliarte el rostro.

Pero dígame comando, ¿cuáles papeles quiere que le muestre?

26

Aquí, en algún pedacito de tierra, se abrió mi pecho en una explosión de colores radiantes que se dispersan por el aire y posan en algún rostro.

No me culpes si no puedes verlo.

Es una explosión inequívoca que se dispersa en distintos sentidos quedando solo un espacio para un nido de pájaros donde revolotean libres todas mis cotorras y cuervos mensajeros, las mismas aves que me susurran todo cuanto ocurre en este pedacito de tierra.

Preñándome el juicio de chillidos y gorjeos ,
de arrullos, risas y cantos.

¿Y así quieres venir tú a seguir dando cotorra?

27

Hoy, entre estas cuatro paredes levanté otro altar a mis muertas. Encendí una vela negra, porque negras han sido todas mis pérdidas. La gata prieta que saltó por la ventana intentando también alejarse, el brujo color carbón y con pañuelo rojo que me visita en esos sueños en que mi madre y abuela me dicen adiós desde sus ojos. Me vestí de misterio y salí con Cándelo y mis tacones rojos, salí a prenderles velas también afuera, en la lleca, porque Santo Domingo también está de luto por todas las vidas negras que hemos dejado en el olvido.

28

Santo Domingo en sábado y con gente enmascarada por doquier.
Hoy me regalé una tarde respirando mi propio dióxido de carbono,
entre soleada y nublada,
con lloviznas dispersas;
un ramo de galletas de chocolate sin crema,
un ocaso entre dos estrellas radiantes que me llevaron destellando
por la calle el Conde, se tomaban de la mano mientras se tragaban el humo
o hacían buchitos de helado de yogurt.

Fue ver,
preguntar,
caminar,
y unos gare para dispersar.

29

Voy buscando tus brazos kilométricos para que me abraces
entre tus acuosos manglares y esos bosques que aún crecen.

Este cuerpo reverdecido que floreció alguna vez entre tus montes,
ha regresado a la tierra, esa única con minerales azules incrustados
en lo profundo de sus montañas donde en Los Chupaderos te ahondan.

Fluye en tus ríos mi sangre, reviviendo los pactos ancestrales de esta tierra
y voy en gratitud a ti desde mi interior.
Itiba Cahubaba,
ensangrentada madre vieja,
tu savia vital, vida sagrada.

30

Madre Tierra,
Tierra Madre,
jurungando tus ciclos me vi.
Lucitimar – lucitimar
Luna, Cielo, Tierra y Mar.

Fui las partículas de polvo estelar que se condensan en un SD
donde aún se van la luz y el agua, uno donde no se es fuera de los papeles.
Surqué los cielos en su momento.
Caí de un yeyo a tierra.
Bebí de un océano en botella.

Fui caballo de mar,
me montó un misterio,
nos hicimos agua,
nadé entre tus barrios y alcantarillas,
intercambié miradas con Atabeyra.

Fui de aquí para allá y en menos de 100 un agradecimiento te di.

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