Melissa Bonilla

Melissa Bonilla

Melissa Bonilla (Santiago de los Caballeros, 1995). “En pocas palabras digo mucho. A veces lo digo en texto y a veces en ilustraciones”. Libros publicados:
“Título del libro” (Editorial, 2020).

Melissa participó de la convocatoria abierta al público del Reto Poético de Frasco de Paisaje, de la plataforma cultural Moñohecho. Aquí compartimos los poemas suyos correspondientes a la versión del reto celebrada en el 2018.

Para conocer más detalles sobre qué es el Reto Poético, entra en este enlace.


RETO POÉTICO

01

Saliendo de mi casa ya me encuentro
con el primer dilema moral:
subir o no subir el puente peatonal.
Cada escalón, como pequeñas montañas oxidadas
que en cualquier momento se puede derrumbar.
Respiro el alivio de la llegada
y boto por mi boca los “coños” que dijeron mi tobillos.
Me recibió el viento y en el fondo se volvieron borrosas cuando el sol
me derritió las ojeras.
Con la mirada pesada,
me doy cuenta que hay unas ramas que me quieren saludar.
3 segundos de paz.
Luego las bocinas de los conchos me dijeron que era tiempo de

bajar.

02

El respiro de los autos crea una cortina de ansiedad.
Fuego desde el cielo y mi mente dispará.
Los cráteres de las aceras
me recuerdan que mis pies tienen sensibilidad.
Unas pequeñas flores amarillas
me señalan que para arriba debo de mirar.
Del sol están cayendo pétalos
y eso explica porque nos vamos a quemar.

Por mirarlo, choco.
Nos miramos a los ojos.
Sonrisa de cortesía.
Los roces involuntarios de las personas al pasar
me recuerdan que debo de chillear.

03

Pedazos de vidrios rotos,
reflejos verdes bajados de una constelación.
Su brillo creó otro universo,
un nuevo lugar que explorar.
Miles de reflejo de mi cara,
aún más sitios para conocer.

04

Mirando por la ventana,
no hay paisaje.
Memorias constructoras de escenas salvajes
domadas por un corazón que recrea lo que le conviene.
Querer salir corriendo para ver si algún fruto
todavía sabe al ayer.
Ruedas y ruedas para encontrar el calor en el viento.
Espejos formados por el resplandor.
Salir corriendo,
corre,
camina rápido,
huye para no tener que encontrarte
con la misma persona que llegaste a ser.
Sudando los traumas que te sirven para ir quitándote la sed.

05

Llenando una sed en un río seco,
donde solo existen unas gotas sin vida.
Agua que no conoce una luz
como lagos subterráneos olvidados
por falta de motivación.
Sumergir tu cara en el pozo de la desesperación,
encontrar una cama.
Su forma atrae las piezas más cansada de ti.
El oasis del descanso.
Sábanas blancas que susurran lo que quiere oír.

06

Me niego a ver por dónde camino,
pero las calles quieren hacerme mirar.
El sonido inesperado de 100 motores
concentrados en uno me redirigen los ojos
hacia las caras en descomposición de
individuos marchando hacia su cárcel rutinaria.
Los perros con sus lenguas sueltas
me hacen consciente de lo seca que
está mi boca.
Desnutrición por falta de un calor distinto.
Qué secas mis manos que solo han conocido
el sudor del sabotaje.

07

El desahogo de una tarde de trabajo
concentrado en esquinas,
buscando la última pelea para llegar.
Una madre aliviada,
minutos sin responsabilidad.
No hay más nada que moverse.
Sus ojos cansados, cerca de la ventana,
secándose por el viento de libertad.
La señal de la cruz mandatoria
protegiendo del mal agendado.
Quién sabe
si ese mal está sentado
en la sala esperando.

08

Tobillos de fuego
puestos sobre el hielo,
es tiempo de caminar.

09

Un pierna haciendo el equilibrio,
la inclinación del cuerpo para acomodarse,
un pie en falso equivale a una marca de vida.
Conversaciones en el oído que crean una cercanía
con aquel extraño que pensabas nunca hablar.
Muchas horas de observación,
cálculos para una perfecta ejecución:
llega el momento de desmontarte.
¡Coño! La furia del movimiento concentrado.
y te dice “tu nunca te había montado veidá”.

10

El pasillo de reflejos azules,
las luces intermitentes de paisajes como
plantillas que dibujan con su sombra
los espacios ocupados por asientos y pensamientos.
El contraste del naranja que alerta,
un fuego que sólo se originó en el exterior.
Luces tibias que se despiden de los viajeros,
una travesía conocida en las paredes de la mente.
Cuántas vidas he recorrido en dos hora y media.

11

Palabras convertidas en un humo
que da paso a una movilidad del ser.
Dolores guardados revolviéndose cuando
se invocan en momentos de fragilidad.
Una lengua suelta que se desborda,
incoherencia líquida que pide
en un grito interno,
por favor,
déjame ser.

12

En la cama de la libertad,
un cuerpo interrumpido por
el dolor punzante del hoyo
de su existencia.

13

Estática de los pies,
fueron mandados a callarse.
Al tumulto que intenta llegar a casa
les dicen,
“si no eres rápido te vas a quedar”.
La presión de aparentar profesional
saca el animal que debe de ganar.

14

Bloques de cemento creando la sombra ficticia,
liberando un poco del sofoque del sudor,
siendo lienzo comercial de las ofertas y rebajas.

El verde esperanzador de la falsa grama que
destaca sobre todas las luces: hasta se olvida
que no son de verdad.

Pequeñas tuberías olvidadas por los hombres
donde la naturaleza encontró su salvación.

Lejos de las manos de los curiosos
fue donde por fin floreció.

15

A veces estoy tan ausente
que la ciudad no está.

16

A veces prefiero cruzar la calle,
no importan si
me queman los rayos,
me lleva un motor,
o me traga la tierra.

Antes de escuchar a los “cristianos”
luego de su bendición,
describiendo cómo violarme:
–“Si yo te agarro así”–,
me dice con unos gestos que reflejan el mismo
diablo que tanto señala en el otro.

Muchos nudos en la garganta,
la rabia por miedo a una agresión.

Quisiera que a todos les doliera la desigualdad
y que nadie se quede esperando que se disuelva
por asistir a un lugar donde enseñan que
somos un objeto sumiso al que pueden gritar.

17

¿A qué sabe el mango en la ciudad?
Un sabor que que se amarga cuando
tienes 10 fundas arriba,
el sol sentado a tu lado
y tal vez ha sido tu única comida.

Tal vez no es amargo.
Es más dulce porque con
las 10 fundas arriba
y el sol a tu lado,
ha sido tu única comida
y eso sea lo más dulce de tu vida.

18

La montaña nos mandó besos
envueltos en vientos
que nos cerraron los ojos
para poder sentirlo mejor.

Cuando quise abrazarlo más fuerte,
el sol no lo permitió,
me dijo que ahora es tiempo
de sentir la incomodidad:
Es tiempo del cambio.

19

Cuatro paredes:
ventanas cerradas,
vapor concentrado
y una pantalla.

Eso fue la ciudad.

20

Recorridos que comienzan desde la cabeza,
lugares que te cambian la piel.
Millones de partículas que sin esfuerzo
modifican percepciones de vida.
Otros creen tener algún control,
como que su basura alguna vez
pertenecía ahí.
La naturaleza les grita con
su cambio constante,
pero el pote de Brugal
parece que los ciega.
Los peces teniendo que aguantar
tanta ridiculez mientras
se creen dueños de su espacio.
A la llegada de la orilla y el desorden
que le rodea,
sólo pienso que quiero seguir
con mi cabeza metida en el mar.

21

Café derretido
en las caras
de los caminantes
que expectantes
de un milagro,
no se dan cuenta
que se les quema
la vida.

22

¿Cómo se siente la lluvia cuando estás buscando algún tacto?
Las gotas que lloraste devolviéndose en abrazos de los extraños
que la casualidad juntó debajo del colmado.

Tanto que deseamos ese baño inesperado
luego de tanta sequía,
pero nos asusta cuando llega de forma intensa.

Pisamos con cuidado porque las calles no son
las mismas:
un resbalón y la vida se nos va.
Se mezcla con el agua que se va por el desagüe,
pero nadie sabe si llegaremos al mar
o a la basura.

23

Semáforos que dejaron de dar direcciones,
te observas en tu condena de la libertad.
Es el momento de soltar la fiera
ahora que no tienes que seguir na’.
¿Quién eras cuando la luz roja te decía
que todavía no era tiempo de pasar?
Hundido por tus pensamientos,
ni en el espejo ya te puedes mirar.
No sabías si arrancar o esperar.
A veces es más fácil que te digan
en qué tiempo debes de acelerar.

24

Hay un espacio que se crea
entre las miradas que compartes.
Unas intenciones que se imaginaron
en el camino.
Lo que vivimos en el trayecto
nos modificó cómo miramos
ese momento.
El mismo reloj pero diferentes tiempos.
El mismo lugar pero distintos objetivos.
El vivir haciendo que los mismos espacios
se sientan diferente.

25

El cementerio en medio de la ciudad
siendo templo preferencial para los que buscan
el perdón de lo que hicieron en el día.
“Hace mucho que no lo visito”,
porque dentro de los muertos aún existe vida.
Un lugar que fue construido con muros
porque de tantos recuerdos se podría
construir otra ciudad.
Recordatorio de vida.
Recordatorio temporal.
Recordatorio de lo insignificante.
Un soplo de lo eterno que con
el viento te agarran de la mano
para acompañarte en lo pesado

de vivir sin vida.

26

Fuego en la garganta
abriendo paso al despertar.
Una dulzura recorriendo la piel
que en el flotar del agua se convierte
en corriente,
movimiento que se la soltando hacia
donde las líneas las quieran llevar.

El sol atravesando las dudas dejadas
en la sombra que el medio día se comió.

Mirar hacia arriba donde el cielo te devuelve
el canto de la suavidad que acompaña
tu cuerpo nostálgico flotando en memorias.

La eternidad se sintió en la roca que sostenía
mi cabeza, aterrizándome entre las matas y las abejas.

27

La rudeza del suelo acompañándome
en el equilibrio del cuerpo pesado
y las piernas ligeras.

Lo suave que se han puesto mis pies
después que los he dejado sentir.

Grietas y flores:
el agua y el lodo,
las piedras y la tierra,
bajadas y subidas.

De repente la calle se convirtió
en la vía de desahogo.

28

En el concho,
mi cuerpo cambia de forma,
se adapta a las palabras
que deciden describir el espacio que ocupa.

No importa si el carro se hizo para tres:
mi cuerpo queda grande en este
sistema tan denigrante.

29

Espacio personal que se debilita.
Se vuelve menos presente
en el momento que sales de tu mente.

Se acercan más voces, miradas,
insultos, acoso, roces, sudores,
olores y maldiciones.

La ciudad devolviendo lo que
deseas ignorar de ti.

30

Caminando entre el lodo,
caminando y la lluvia que te toca,
caminando en la acera ahogada
entre la baba que se sale de
los letreros que hablan
de un cambio para mi país.

Los hoyos en esa calle representando
esas misma promesas vacías.

Siempre mirando con cuidado,
porque en esta ciudad ya estamos en
temporada salvaje.

Inundada de una especie invasora
que se come entre sí.

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