Neo Carmona

Neo Carmona

Neo Carmona (Santo Domingo, 1986). Aprendiz de poeta, escritor y periodista. Estudiante de Comunicación Social Mención Periodismo en Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) donde también labora desde el año 2008. Publica artículos de opinión sobre temas políticos y sociales tanto en su blog personal Algo para contar (www.neocarmona.blogspot.com) como en periódicos de circulación nacional e internacional. En la actualidad trabaja en la edición y publicación de Neopoesía, su obra poética compuesta de tres partes. Libros publicados:
“Título del libro” (Editorial, 2020).

Neo participó de la convocatoria abierta al público del Reto Poético de Frasco de Paisaje, de la plataforma cultural Moñohecho. Aquí compartimos los poemas suyos correspondientes a la versión del reto celebrada en el 2017.

Para conocer más detalles sobre qué es el Reto Poético, entra en este enlace.


RETO POÉTICO

01

Ciudad ausente
Mis ojos
no se cansan
de mirarte
aquí
precisamente
donde no estás
en la ciudad
que ya no eres
y
aunque parece
una locura
en realidad
no lo es
no lo es

es la ciudad
que está ausente
aquí
precisamente
en mis ojos
donde siempre
eres
la ciudad.

02

Al sur de la ventana
Casas tristes, techos débiles.

Escombros de miseria.

Olvido, desesperanza.
Un viejo con hambre
por la cañada con niños de papel.
La mujer golpeada,
el hijo desnudo
al instinto de la realidad.

La anciana triste
con sólo la mitad del techo
para cobijar descalzos
y la tierra hirviendo.

El gallo en la barranca.
Árboles sin sombra.
Alambres engañados,
harapos tendidos,
sábanas curtidas,
basuras colgadas,
lluvia y desvelo.

Banderas conmovidas
imposible dar agua

el molino
enervado por los años.

03

Libertad de la ciudad
El sol azota
azarosamente
la tarde
y el recuerdo.
Se tuesta el beso.
Suena mil veces
una sola canción
que evoca el tiempo
en que la sonrisa era.

El vaso se llena
de los pezones,
de la lengua que recorre
todas las latitudes
liberando la ciudad
ensangrentada.

04

El mar
I

Golpeado por la lluvia
muerto,
me devuelve la mitad
de una mirada.

II
En silencio,
triste, sucio,
sin respiración,
me devuelve la otra mitad
de una mirada.

05

La ciudad transcurre breve
en la prisa
ignorada en su soledad de siglos.
Ninguno dirige a ella una mirada
ni la contempla majestuosa
en las colinas.

El hombre es afán y pena
que la ciudad sostiene sin reclamo,
siempre,
sirviendo a sus huellas olvidadas,
callando sus besos escondidos,
viviendo también por sus amores
y esperanza.

06

¿Esta ciudad está perdida
o seré yo que no la encuentro
entre los pasos extraviados?

¿Se habrá también ido el color de las esquinas
o seré yo que solo veo tristes sombras?

¿Están huérfanos los caminos
o de verdad han muerto sin las huellas?

¿Dónde se detuvo la brisa
que regresaba a las aceras
donde era al fin el poema el beso?

¿Cuándo murió la tarde
sin que la ciudad supiera?

¿Qué ausencia hiere esta ciudad
qué triste sucede sin destino?

07

Cuando eras la sonrisa
La ciudad se detenía
a la luz de tus labios,
incrédula.

Todo tenía sentido,
respirar era importante.

Abrían mis ojos para sentir
lo que ya había visto mi corazón.

Una secuencia de lo perfecto:
un callejón irregular,
unos escalones de retazos
a la derecha,
y el beso…

08

Los pasos se ahogan en las calles
De esta ciudad perdida,
sin esquinas ni esperanza.

Aceras y contenes llenos de prisa
abandonados por años y promesas
decoradas con corbatas neoyorquinas.

Vidas cansadas que la ciudad no entiende.
“Yoses” cansados que la ciudad no vive.

La alfombra en las paredes melancólicas.
Los retratos nunca muertos en que cada poste.

Meretrices guardianes las banderas
de espaldas y caretas sin sentido.

Un grito sobresale por los ojos y llega a los dedos.
Los pasos siguen sin rumbo, ahogados.

09

La ciudad amaneció borracha
en las calles trasnochadas.
Las botellas decoran trituradas
la esquina que sangra mal herida.

Es increíble la inconsciencia
que va destruyendo la ciudad.

10

El silencio se postra en las hojas
como una sombra de lo que fueron
las calles del barrio bajo los pasos
que partieron sin saberlo.

El viento no encuentra un puerto
donde atracar seguro.

La ciudad entera naufraga

sin destino
justo cuando el silencio
arde en llamas en las miradas.

Nadie lo supo antes.
Ninguno lo sabe ahora.

Y la ciudad sigue su curso.

Indiferentes,
nos perdemos en el naufragio.

11

El bullicio en la esquina que todo cubre,
huesos amputados sin retoños
sonríen impacientes como si creyeran
en un dios que sabe de milagros.

La botella besa todas las bocas
dejando el sabor que luego olvidan
en las penas de la próxima partida.

El solar baldío, sin los peces
sin los pasos, sin regreso
solo la fotografía llena de nombres
que va y vuelve cuando es el día.

12

La ciudad
lleva la mitad de sus días,
regresa a la mitad de los míos.
Un presagio nos trae de retorno,
nos acompaña en el silencio.

13

Sin disfraz,
hermosa llega.
Sincera,
preña la ciudad.

Perdona mis años
infames,
el camino errado
de mis ojos,
el tiempo en la memoria
que amanece.

Escapa por los dedos
y la sangre
hecha versos
recién nacida
la ciudad.

14

Las calles que
aguardaban
silenciosas
los orgasmos
¿recuerdas?
nunca más

volvieron
a crecer iguales.

El parque
mira de reojo
y reclama
esa primera vez
que también
para él
fue primera
y es eterna.

El vigilante
que cuidaba
en la distancia
dos siluetas
de amor y prisa
se ha ido
de la estación que
cambió su nombre.

Todo ha cambiado
desde entonces,
también nosotros.

15

Érase una vez todas las tardes
Todas las tardes tienen sabor a pérdida.
El mismo motivo de morir es para no regresar
fuera del papel, la tinta y las palabras;
donde solo hay espera
y oscurecen los nísperos incesantes
como el caminar de las chicas con la prisa
y de los chicos como locos perdidos en los escotes.

También estaba el beso de los pájaros
que ha migrado a cualquier parte sin decirme
quedando triste la rama,
sin paisaje,
sin recuerdo,
sin la tarde.

Todo lo he visto en mi costado,
herido el paladar como los versos.

16

Esta ciudad
desgarra,
sangra el sur
de mi costado
y tus pasos van
donde un amor
murió primero.

Cada paso
la ciudad quiebra
y de la quiebra

nace
soledad
en esquinas
que antes fueron
refugio,
besos,
humedad cubriendo
los cristales.

17

Los pasos desnudan una ciudad sin lengua
que los sumerge en su propia soledad de siglos,
en la prisa que cada día la hace cenizas

y desconocida;
poblada de espejos que preñan la mentira
prometida en otra ciudad que a lo lejos naufraga
en unos pasos que se adelantaron a su destino
y esperan en el fondo de una herida
de hace un día, de unos meses, de un año;
no importa.

18

El insomnio volvió a pintar
en las paredes de la oscuridad
el presagio.

El beso recorre, sin destinatario
la ciudad que se deshace
en mí,
soledad de siempre.

Buscar ¿dónde?
el sueño que despertó tan lejos
de estas calles que no la olvidan.

19

¡Qué triste es el destino
de estas calles
que hasta ti no llegan
a cualquier hora!

¡Qué triste la ciudad!
¡Qué triste!

20

La sombra se dirige a ninguna parte

agarrada de la mano de un transeúnte
confiados en la brújula que dobló la esquina.

La madre espera estar tranquila
con la pesadilla de la verdadera
que aún no sabe que su hijo muere.

El hijo no tiene un corazón nuevo,
no hay testimonio:

¡Dios abortó su hijo!

21

El que no soy
divide el silencio
en estas palabras
y las que
aguardan
por
salir corriendo
detrás de un dios
sin odio
que pueda
merecer
algunos versos.

Soy el que no es
y llega,
el que no es
y no se va,
aquel que quiere ser
pero
no regresa
y sigue siendo
un presagio
de la noche

sin dios.

22

Las monedas podrían
embriagar la muerte
y distraerla
pero no llegaron.

Mientras la tarde muere,
espera.

La ciudad lo hizo antes:

esperó,
murió de hambre.

Mis pasos van
por la tragedia
a la noche hambrienta
y descalza.

23

El hedor se clava en las palabras.
El verso agoniza en la ausencia
de un dios sin suerte y humillado,
sin agua para otro diluvio.

La promesa arde en llamas
y alguien brinda y celebra.
Yo la espero, me habló de eternidades
y de una ciudad que abonan las cenizas.

En este, otro día:
(¡blasfemia y desahogo!)
disfrazado de poesía,
sin ciudad.

24

La lluvia que anoche era
entra ahora por la ventana
como el canto de algún día,
de algún río sin nombre
de alguna tarde bajo las sábanas,
de cualquier beso en la ciudad.

Yo la escucho de reverso
y sonrío en silencio
más menos triste,
y más lluvia
como anoche era.

25

Era otro el sábado
esta mañana:

caminaba sin prisa
vestido del recuerdo
que siempre llega
con el café que
en otros labios,
en otra taza,
quiere ser
mejor augurio
que esta soledad.

Se sentía culpable
de mi muerte
mientras que dios
descansaba.
Pero
también mi muerte
era los lunes
cuando dios
madrugaba.

Eso no lo consoló
y empezó a llorar
aquellas tardes.

26

La tos en el cielo
anuncia lluvia
y recuerdos.

El viento húmedo
y frío
eriza las palabras
que me esperan
en la epidermis

hecha desierto
y abandono.

El reverso
se ha salvado en las monedas
que sorprendieron al mediodía.

27

I

Como en la casa
de los pollos.

En la casa
de los pollos
no,
en la granja.

II

El beso,
siempre.

28

Se cubre el cuerpo
con los añicos

que dejó la espera.

Las palabras
ya nada nombran.

El alfabeto disecado
se ejercita

bajo la lluvia que
a mi nada llega.

El azul es
tiempo perdido
entre las piernas que
orgasmos no saben.

Crudo es
lo que se encuentra
en las gotas que
a la lluvia faltan.

Una busca,
otra llora.

29

La ciudad
que fue
beso,
destino
y playa.
Sonrisa
y mía.
Café,
callejón
y tarde.
Esquinas
y oscuridad
a medias.
Voces
y humedad.
Cristal
y gemidos…

Hoy es
soledad.
Y yo buscándola
en los espejos
que fuimos colgando

por todas las calles.

30

El camino cansado
del reloj
transcurre
en la arena
y la sangre.

El tiempo
ensangrentado
en dos almas
separadas
por las huellas
que pueblan
el océano
y dejaron
desnuda
la ciudad.

Un abismo
la voz quebrada
en el silencio
junto al veneno
esparcido
por las horas.

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