Esmerarda Montero

Esmerarda Montero

Esmerarda Montero (Hondo Valle, 1984). Periodista, Magister en Comunicación Social y Doctora en Investigación de la Comunicación por la Universidad del País Vasco. Es también columnista de la revista Soy Caribe e Investigadora independiente. Ha publicado sus textos en algunas revistas españolas y actualmente trabaja como docente en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo.

Esmerarda participó de la convocatoria abierta al público del Reto Poético de Frasco de Paisaje, de la plataforma cultural Moñohecho. Aquí compartimos los poemas suyos correspondientes a la versión del reto celebrada en el 2017.


Para conocer más detalles sobre qué es el Reto Poético, entra en este enlace.


RETO POÉTICO

01

Miró a su alrededor, buscando algo a que aferrarse, un trozo de esperanza que alguien haya dejado caer en el pavimento, una lágrima por un recuerdo feliz, una razón para volver, un recuerdo de un beso robado tal vez, un motivo de venganza, lo que fuera que insuflara ganas a la vida, pero la ciudad y sus calles estaban limpias, pulcras, devastadoramente limpias, solitariamente limpias, la ciudad es un puzzle de acero y la gente la transita siendo parte de la materia inerte, se quedó allí, frente al letrero que explicaba su soledad, su necesidad, su desarraigo, pero aquel brillo de las pantallas lo absorbe todo, hace de lo triste algo ausente, prescindible, del abandono cotidianidad, de las miradas a los ojos un milagro…

02

Los árboles flotan sobre la Quinta Caleña, se tuercen a su vera como un anciano cansado solo por un rato, su sombra se abre con rabia, gritando yo soy, yo estoy, el oro de las mazorcas invade las aceras, las señoras las sostienen aferrándose al pan y la sirven con sonrisas, el ruido taladra, distrae, encanta, agobia, con razón hicieron música sobre la quinta, porque está viva, los pueriles invisibles abrazan el suelo, abrazan su nada, confiados en su inexistencia, si por la quinta vas pasando…

03

La mujer apretaba las llaves, su respiración era de plomo, mil caballos salvajes habitaban su pecho, el terror se instaló en su columna, la adrenalina recorría cada músculo, las miradas se enterraban en sus carnes sin permiso, el sexo en los ojos de otros la envolvía, la estrujaba, la disminuía, torció la esquina con anhelo, con triunfo, abrazo el portal con la mirada, introdujo las llaves por la ranura y sentía que por ahí deslizaba su vida entera. Un día más de regreso del trabajo…

04

El verde se desparrama desde las alturas, abandona la corona de algodón hasta descender al llano, una vez allí se hace rojo, amarillo, blanco, se mezcla entre las piedras, los caballos distraídos lo pisan, pero siempre vuelve a surgir, perenne, orgulloso, estoico, por estos caminos pasa la leche fresca, el buenos días sincero y el café que calienta el alma del artesano de la tierra, estas calles son estrechas, puras, silenciosas frescas y de todos, el valle las hace, el valle las cura.

05

Por estas mismas calles él tomó su mano y le enseñó a transitar entre la felicidad y el dolor extremo, en esa misma esquina compró las rosas que le arrancaron risas y retardó la llegada que le causaban espinas en las venas, por esas mismas calles sus lágrimas se mezclaron con la lluvia otoñal mientras ella arrastraba lo único que quedaba del pequeño oasis breve que construyeron, libros viejos y recuerdos agridulces, en esa misma vidriera de la esquina, una mujer sola y rota mira lo que queda del estado del sábado, que nunca alcanzó al lunes…

06

Desde lo alto de la capilla, se ven las mujeres que venden promesas en ramos, los niños que ofrecen zapatos limpios, los coches pequeños y amarillos, que empapan la vía, desde lo alto, lo bello se mezcla con lo grotesco, y la esperanza con la rabia de lo que nunca llega, desde ese mismo punto, lanzó su corazón roto al vacío sin dividirlo del cuerpo y encontró paz justo antes de alcanzar el pavimento que bebería su abandono.

07

Un día más que el sol calienta su cara, que sueña sus sueños, un día más desde que el olor a pan cruzó el umbral sin retorno posible, un día más para seguir el camino, a pesar de lo empedrado, de lo amargo, de lo distante, un día más para resguardarse en el zaguán del mañana, mientras soporta el ayer, un día más que toma la vida y sale a la calle, porque allí está la existencia y dentro todo gira sordo y mudo.

08

Las cajitas azules atraviesan el cielo de un extremo a otro, en otras partes más afortunadas, subir a lo alto y rodar por el cielo es un lujo, pero aquí, ese cable conecta la miseria de lo alto con la tierra, flota sobre el verde valle, desdibujando las fronteras invisibles entre quien escoge pan multicereal y el que sueña con el pan simple, desde arriba todo luce sublime, los ranchitos improvisados se hacen románticos, allá abajo, el peligro asecha a cada paso, y los sueños sostienen la realidad inmutable.

09

Somos amasijos enfilados, ordenados, clasificados, una cosa contable y monitorizable Nos organizamos en la docilidad de tomar un turno y esperar, a veces sin saber para qué y así se muda en el alma la perniciosa costumbre de esperar e imitar el asfixiante orden que no ordena nada. Esperar con desespero, a que el cajero este libre, a que el taxi llegue, la ciudad es una colmena cruel y llena de turnos…

10

El vértigo lleno cada célula, la brisa acariciaba mi cara, seguí a toda velocidad confiada al volar sin alas y vi ejércitos de mujeres encapuchadas que gritaban ya no más Los edificios que se levantaban con arrogancia se me antojaban como cuchillos, mi corazón se acomodó a la altura. Por un minuto no me ataban las cadenas del suelo y aquel ejército me daba esperanza, luego caí al vacío y salí despedía a la realidad con toda su crudeza y el ejército marchaba pero nadie respondía… a pesar del “ni una menos”.

11

Las almendras cubrían todo el suelo, eran rojas y machacadas por la caída, se agachó como quien encuentra un tesoro, respiro hondo aquel aroma y se transportó a días de sol y tardes de juego, a risas despreocupadas y jugo de toronja en la silla de la esquina, volvió a aspirar esta vez con más fuerza, queriendo instalar aquello en el alma, pero las bocinas de los camiones la trajeron de vuelta, soltó aquel fruto con amarga nostalgia, respiro profundo y siguió de camino a la vida adulta donde las almendras vienen en bolsas del súper…

12

La niña toca su vientre hinchado, lleva en él la sangre de su sangre, recuerda con terror el día en que su origen se multiplicó en ella, cuando le arrancó las ganas de jugar en el patio, el derecho a reír, el señor de corbata ya bajo el mazo, ya decreto su destino, llenar sus brazos con el hijo de su padre, el fruto de su atropello, el dolor de su vida, los que llevan la cruz a todas partes ya marcaron su frente, ya latiguearan su espalda, en el nombre del padre, del hijo…

13

El camino se hace más y más difícil a medida que crece el verde, pareciera que Gaya celosa de sus frutos, esconde sus encantos de los bípedos voraces, como si solo la comunión con los vivos no racionales le fuera destructiva, como si mancilláramos todo cuanto tocamos, como si fuéramos seres sedientos de matar aquello que nos alimenta, como si fuéramos humanos.

14

Hay un puñado de preguntas sin respuesta, un llanto ahogado que me persigue en sueños, una ausencia de tu rostro instalada en mis pupilas, no hay tumba capaz de contener tu ser, no hay muerte capaz de doblegar el ruido de tu risa aun en mi cabeza, no hay nada que hacer, nada que decir, nadie a quien decirle, que me mata tu muerte, que desde ese enero le falta un pedazo al mundo.

15

El sonido de las vainas explotan a mi paso, cubren todo el suelo, le dan un tono marrón esperanzado al suelo, el fruto caído sigue rompiéndose bajo mis pies y siento una extraña satisfacción, ese trozo de vida en el asfalto lo hace más amable, hace la ciudad más pura, más soportable…

16

Los días caen como pesadas gotas, se hacen largos e inexplicables, de vez en cuando contemplar el trozo verde de la ventana alivia la carga, la pantalla se hace perenne, se convierte en el principio y fin de los días, la esclavitud moderna se alimenta de un módem…

17

Contemplaba su boca jugosa y rosada con hambre ancestral, toco sus manos con timidez, buscando un contacto mínimo que no fuera invasivo, ese rose abrió sus infiernos y su cielo, comprendió su deseo contenido y se tendió a su lado, se quedó allí aspirando el coco fragante de su pelo y llenándose del calor de su cuerpo negro y delicioso, se quedó allí dormido pegado la fuente de sus ganas hasta salir el sol, hay muchas formas de hacer el amor…

18

Caminamos una sobre la otra no al lado, los ojos se posan como jueces, las miradas escudriñan los zapatos, el vestido el labial, el caminar, la actitud, se clavan como cuchillos hambrientos en las fealdades, y se regocijan en la comparación ventajosa, todo por no mirar nuestro propio espejo, la calle da la oportunidad de olvidar tus propios monstruos y centrarte en los ajenos, de crear prejuicios entre los dientes y dejarlos deslizarse insolidariamente, la crueldad de esa mirada sin sororidad nos mutila día a día.

19

Las paginas se tornan blancas, la musa se esconde en lugares inesperados, te saca la lengua desde el oscuro armario, revolotea en los sueños para hacerse inconsciente cuando la precisas, de repente, deja de escurrirse por tus dedos, limitando tu voz en el papel, anulando la extensión del alma, la poesía se hace ausente, tal vez acurrucada en un rincón del alma donde ni el dolor ni el amor pueden hallarla.

20

Esas ansias de recorrer tu espalda, de mojarme en tu boca, de beber tu aroma, de encontrarte en la oscuridad del cuarto solo por el tacto de tu mano, de esperar despiertos el canto de los pájaros, esas ganas lejanas y precisas, fuertes y ahogadas, moribundas y resistentes, sueltas de la mano y sin embargo tan distantes, maldito tiempo.

21

Se derrite sobre el pavimento mientras la vida pasa, se arropa con el sol y se levanta tímidamente con la luna, cambia el pan por ron que adormece mejor el alma, hace rato que es invisible, aunque los vivos más conscientes levanten los pies para no pisarle, aunque se espanten con su reflejo y se aparten de su mirada interpeladora, sus pies y su alma están endurecidos, casi tanto como esos rostros blancos que se horrorizan a su paso.

22

¡Brevedad, que palabra tan meliflua! Sin embargo pasa desapercibida hasta que se hace sólida, la descubrimos cuando ya se ha ido lo que excitaba la sonrisa, cuando se ha marchado el día y los afanes siguen impunes, cuando el adiós se hace real, lo delicioso es breve, lo húmedo es breve, lo único es breve, solo queda la borrosa, memoria para retener trozos mal dibujados de lo que ya no es, como el tren de las cinco, como la última hoja del otoño, como aquel beso a hurtadillas…

23

Aquel edificio toma toda la cuadra, permanece en pie como una osamenta necia, el desastre ya tomó sus ventanas, sus suelos, tiene el cuerpo pintado y rasgado de calle, como estrías de una madre afanosa y aun así vagabundos y enamorados se cobijan a su abrigo, por las noches disimula su tristeza como una dama que viste sus viejas pieles y al alba, atestigua la oportunidad que trae el sol con orgullo, algún día será polvo del todo, pero hoy sus huesos viven un día más y recuerda que un día fue el alma de la cuadra. (Cali, 2017)

24

Desgaste de venus
Lo que nos queda es gritarlo, hacerlo patente, pintarlo en las paredes, grabarlo en las piedras,
estamparlo en los libros, tatuarlo en el cuerpo.
¡Para concienciar con el eco, para ganar por cansancio, hasta que el basta! No sea solo de venus,
hasta que Zeus también se muestre enterado.
Lo que nos queda es seguir campo a través por los siglos, hasta que no sea un flagelo,
hasta que no nos aislé el sexo.
Hasta que los cuerpos sean solo cuerpos, hasta que el sexo sea solo sexo.

25

Las hojas de los arboles siguen mudando y esa piedra sigue ahí, pesa día tras día, lastima mi espalda silenciosamente, las hojas se van y la nieve cae, pero esos caminos no salen de mi mente, aquel café de las mañanas…

26

Allí se unían luz y oscuridad, amor y prejuicio, ilusión y control, risas mañaneras y portazos en la tarde, afectó en las manos e incomprensión en los labios, caballos salvajes corrían por las sábanas, mientras se congelaba el mañana.

27

Matar al mensajero

Rasga entre sus manos la roja tela, rompe en lágrimas con cada girón, rompe tardes amarillas y amaneceres de nieve, mata tardes de otoño en la montaña, ahoga ladridos de perro feliz, pasa su rabia a la tela, aprieta los dientes con cólera, mientras maldice la memoria infinita, el látigo siempre dispuesto, resuena en el aire, justo antes de romper en dos su fe, no hay lágrimas, ni lamentos, ni maldiciones que espanten tanta rabia y olvido.

28

Como duele el olvido no declarado, el que se hace sin odio, ni rabia, ni pasión, el que se cocina al tiempo como una uva al sol, el que no llama, el que no se queja, ni vuelve, ni juega, es un olvido cruel y pasivo, es un suicido lento de palabras no dichas, de añoranzas no confesadas, de dolor tragado y no digerido, es un olvido helado, resbaloso, marchito y maldito, olvido olvidado.

29

Esos besos se escurrieron como agua entre los dedos tibios, al caer al suelo se congelaron de olvido, emergieron de la tierra fértil como cuchillas de la memoria, hollaron los talones con cinismo, se alimentaron del dolor de la herida, crecieron fuertes y crueles, y crecieron grandes y arrogantes y la oscuridad lleno lo que no fue más amor, así se formaron esas montañas amor mío.

30

El papel se quema, las letras se elevan consumiendo la nostalgia, el rostro se torna salado por la lluvia inevitable de su alma, el fuego se aviva, consume todo el papel, las palabras se acaban, pero ella no se va, se queda ahí parada, toda vestida de negro susurrando al oído felicidad pasada, nublando ilusiones futuras, la otra se resigna, sirve el néctar en la copa y brinda con ella, “soledad eres persistente, pero al menos me acompañas”…

FACEBOOK TWITTER TUMBLR PINTEREST

No hay comentarios:

Con la tecnología de Blogger.